Este domingo tras el Ángelus el Papa Francisco pidió ayuda a la comunidad internacional para El Líbano. Recordó tambien los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
En estos días pienso a menudo en el Líbano. La catástrofe del martes pasado llama a todos, empezando por los libaneses, a colaborar por el bien común de este amado país. El Líbano tiene una identidad peculiar, fruto del encuentro de varias culturas, que ha surgido con el tiempo como modelo de convivencia. Ciertamente esta convivencia ahora es muy frágil, lo sabemos, pero rezo para que, con la ayuda de Dios y la leal participación de todos, pueda renacer libre y fuerte. Invito a la Iglesia en el Líbano a estar cerca del pueblo en su Calvario, como está haciendo en estos días, con solidaridad y compasión, con el corazón y las manos abiertas al compartir. Renuevo además el llamamiento para una ayuda generosa por parte de la comunidad internacional. Y, por favor, pido a los obispos, sacerdotes y religiosos del Líbano que estén cerca del pueblo y vivan un estilo de vida marcado por la pobreza evangélica, sin lujos, porque su pueblo sufre, y sufre mucho.
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